Dedicatoria:
Con todo mi amor, esperanza y fe de que ese camino que recorres ahora abuela, yo lo caminaré algún día; podre volver a verte, y tener el tiempo suficiente para estar contigo.
A veces despierto en mi sueño,
con ansias de sentir lo que dejé a un lado
pero la vida se ha ido;
el tiempo no se detiene
se va anhelando ser alcanzado.
Abuela, cuéntame una vez más esa hazaña
donde tú aún eras fuerte y decidida.
No soy yo quien pueda juzgar tu estado
pues tu espíritu aún se conserva inquebrantable
ante una tempestad crónica de achaques y enfermedades.
La vida transcurre, ineluctable avizora la muerte,
partida que no se espera nunca.
¿Qué soy?
¿Qué somos?
¿Porque he preguntarme esto al borde del abismo?
Sea yo el que caiga o sea el que amo.
Mi pechoventana se abre
para dejar escapar flores de esperanza,
que envuelven en un torbellino de dudas…
¿Adónde vamos, qué somos, en que nos transformamos?...
Déjame tocarte de lejos con mis palabras,
que endulcen tu oído y acaricien tu alma;
veo tu sonrisa, sin dientes
que no hacen falta para expresar el amor
que de tí emana en palabras en canto balbuceadas,
armonía donde encuentro el ritmo regocijándome en ellas
danza de la espera “dulcedolorosa”
anhelada… temerosa
perdonada, rencorosa…
Tengo tu amor de herencia,
tus atenciones,
siete besos que me das cual metralla,
tengo tu fe metida en mi alma.
Cuando volteas al cielo se que miras a Dios,
y en lugar de pedir por ti
piensas inmediatamente en nosotros
Implorando que estemos bien
cuando tú gozosa partas.
Explicación: Enfrentar la muerte es algo que nadie puede escapar de ello, ya sea la muerte de uno mismo o del otro; en este caso trabajo con la espera, de esa muerte anunciada, sin hora, fecha… y que nos da la oportunidad de asomarnos al interior del alma para observar ese sin fin de sentimientos encontrados, adversos que chocan y chocan, agolpándose en la garganta, que intenta gritar y que salen sólo con el amor, para encontrar sentido a este camino.