jueves, 23 de diciembre de 2010

Guión teatral: La Esclava...

La esclava filipina.
Basado en una leyenda tradicional de Tenancingo Edo. De México
Autor de guión: Arthem Viguerass
    
     En el  escenario se ve una cama, unas paredes, que se ven descuidadas y cortina largas que denotan una casa muy grande, pero venida a menos;  los muebles son antiguos, una lámpara ilumina la cama y en otro extremo se ve un reloj antiguo de piso, justo cuando se abre el telón comienza a sonar sus campanas, marcando las once de las noche; una mujer se revuelve en la cama, haciendo sonar una campana sujeta a un cadena que cuelga sobre su cama; toca más fuerte para llamar a su sirviente, el cual acude a su llamado; un viejo encorvado, vestido de traje viejo. Entra. La voz de la mujer, tiene acento oriental pero su español es claro.
Mujer: ¿Aldonso, que no me oyes? Tengo rato llamándote, ni las campanas del reloj escuchas; es la hora de mi medicamento, lo sé… pero ese medicamento no necesito, sal a la puerta y busca a alguien que me ayude…
Hombre: -incrédulo- ¿ayude?
Mujer: sí, como lo oyes, necesito a alguien aquí, más fuerte que tú y que me escuche, pues me siento mal, -molesta y ordenando- ¡anda!, no preguntes más, y sal a la calle y deja entrar  al primero que pase…. ¡Hazlo!
Hombre: sólo mueve la cabeza, como negando para sí mismo esa petición y sale hacia donde está la puerta; pero en ese preciso instante tocan a la puerta y él abre; es el sacerdote.
Sacerdote: Buenas noches, disculpe; es que iba pasando y pues siempre ando por estos lugares…
Hombre: pase, pase usted; buenas noches.
Sacerdote: si, gracias, lo que pasa, le  decía, que pasé y me llamó la atención que siempre  he visto esta casa con las luces apagadas, aparentemente vacía
Hombre: como abandonada.
Sacerdote: exacto, y alcance a ver la luz de la ventana,  sentí una imperiosa necesidad de acercarme y tocar, disculpe, pero sé que un sacerdote no debiera ser así de curioso, pero pues yo conozco a toda la gente de este pueblo y…
Interrumpe un grito molesto desde dentro de la mujer
Mujer: ¡Aldonso!, ¡Aldonso!.... ¿quién llamó a la puerta?, escucho su voz; ¿quién es? ¡Hazlo pasar!
Sacerdote: -sorprendido y avergonzado- p… perdón no pensé que ocasionaría algún problema
Hombre: no se disculpe, Padre, quizá el destino quiso que usted pasara hoy… pase, pase ella quiere hablar con usted.
Sacerdote: se para en el umbral de la habitación, observando a la mujer en la cama, que pareciera aun más vieja que  en un principio, su piel arrugada y muy pálida, levanta su mano  huesuda y llena de joyas para indicarle que se acerque a ella.
Mujer: padre qué bueno que haya llegado, necesito hablar con usted, pues presiento que me queda poco tiempo, y necesito hablar con alguien, y que mejor que sea usted para poner las cosas en orden antes de… (Tos fuerte).
Sacerdote: Bueno, no puedo creer, que esto sea una coincidencia, quizá Dios nuestro señor, me haya puesto en el camino… y poder ayudarla, él nunca nos abandona…
Mujer: ¡usted que sabe de Dios!, si nunca lo ha visto, cómo puede decirme eso…  sólo fe, sólo fe…
Sacerdote: La fe, es la que sostiene al hombre,
Mujer: ¿y que es lo que sostiene  a la fe y al hombre aquí?, porque no nos vamos a su llamado…. Ese llamado tarda tanto; A veces los designios de Dios son demasiado irracionales y crueles…
Sacerdote: ¡inmaculada concepción!, no blasfeme; mucho menos en esas condiciones en que se encuentra… mejor debería ponerse en bien con él.
Mujer: ¿por eso está usted aquí? –culpable-No he sido una buena mujer, hay mucha pesadez en mi alma, a veces siento como si el tiempo no corriera, y siguiera suspendida aquí… en castigo amordazada y maniatada  a una expiación eterna; como cuando era esclava.
Sacerdote: ¿dice usted esclava?... (Como entendiendo y ratificando) las pasiones son así, nos sujetan a ellas sin miramientos  y ni siquiera uno mismo tiene misericordia para perdonarse… se es esclavo en la vida de tantas cosas…
Mujer:-molesta-¡quiere callarse¡, no sabe lo que dice, -transición-sólo escúcheme… eso es lo que necesito; pero no como una confesión más, de las que  a diario tiene que realizar, donde sólo escucha y absuelve de manera indefinida, no se trata de una vela más para liberar almas, ni de un óvolo esplendido para cubrir sus placeres. Se trata de escuchar…
Sacerdote: Bueno pero usted no pidió la presencia de mí, para dichos menesteres… o a caso sabía que yo vendría? ...mi presencia es coincidencia, propia de mi indiscreción y curiosidad. Pero si tan grande es su desagrado de mi presencia, usted perdonará.
Mujer: ¡No!, no se ha puesto a pensar que los designios de la vida, de Dios son inescrutables, quizá sí debería estar aquí usted… cómo pensarlo. Mi vida no ha sido fácil, mucho menos este largo malestar de agonías interminables… quizá  debería ser mejor ser juzgada, maniatada, escupida… vitoreada y al final crucificada; que seguir con esto. ¿A caso al final del camino deberé ser santa?...
Sacerdote: ¡Por la sangre de Cristo! Cómo puede hacer tales analogías, ni usted, ni yo, ni nadie podría entender el sacrificio santo de nuestro señor. Y no puedo permitirle tales aspavientos de su dolor… Usted no terminaría su vida por ninguna causa, solo por el hecho de estar bien, eso es lo que busca cada uno, estar bien consigo mismo por temor a lo que no conoce, o por la inseguridad  de no poder valorar lo que hizo en vida pues demerita sus obras, que consideran no sean suficientes para tener las llaves del cielo… (Avergonzado) perdón, no quise decirlo. No es mi papel juzgarla.
Mujer: claro, nunca es su intención juzgar, pero lo hacen. Aguantar no abrir la boca no implica no ejecutar acciones para castigar al interpelado. Son de los que tiran la piedra y esconden la mano, olvida que Dios está detrás de ustedes.
Sacerdote: ¿quién es usted?, ¿cómo es que nunca la he visto por la iglesia?… he trabajado años en este lugar y nunca había sabido de usted.
Mujer: Quizá porque no hace bien su trabajo, un buen pastor sabe juntar bien sus ovejas,  no sólo contar las que están en casa, o las que dan lana…
Sacerdote: ¿tiene poco viviendo aquí?
Mujer: -sonriendo- no, ya quisiera tener poco tiempo aquí. Pero no  fui una esclava por varios años, llegue en el “Nao de China”, y viví de esclava en la casa del Encomendero…
Sacerdote: “Nao de China”, -incrédulo-pe… pero eso no puede ser, no se ha escuchado nada de eso en años, quizá cientos de años.
Mujer: Me esta diciendo que estoy  mintiendo…. Claro que era el Nao de china, eso por el año de 1675; ellos me quitaron de mi familia, pues era muy bella, todos los hombres estaban a mis pies… así que llegué a  América y me compró el Encomendero y me trajo a vivir acá, aprovechando de mis habilidades con el tejido, les enseñe a las indígenas aztecas a tejer con nudos las puntas de sus rebozos…
Sacerdote: -titubeante- ¿1675…?  Pero si estamos en 1875…
Mujer:-molesta y retadora- Mire no se por quién me toma, acaso cree que estoy loca, sólo porque me ve vieja y acabada, ¿cree que no debería saber ni que año vivo? La cordura no siempre es de quien deba de verse mejor…  fui esclava por muchos años, traída y vendida desde las Filipinas. En ese entonces mi belleza era el peor de los castigos, conjugada con la esclavitud, desperté las más bajas pasiones de los hombres… algunos murieron peleando por mí, hechizados como mariposas nocturnas para alcanzar la luz… mi luz, como fuego eterno, al que quizá esté destinada a padecer por la eternidad.
Sacerdote: Pero no entiendo qué es lo que carga, si sólo ha sido usted una víctima del destino, producto de una vida difícil, por mas maldad que pudiera ser despertada por usted, no es la culpable…
Mujer: ¿y los muertos?, tantos fueron que murieron por mí, llenos de celos codiciosos de poseerme se mataron, la gente me veía como algo endemoniado, ¡belleza del demonio!… ese fue mi mal. Me llevó a la decadencia, al encierro y a envejecer sola, en esta casa enorme que me dejara el encomendero, el vendedor de esclavos, también loco por mí, muerto por los celos…
Sacerdote: por todo lo que me cuenta usted no debe sentirse mal
Mujer: (arrodillándose) Padre, por favor… no es cosa del destino su presencia aquí, yo lo hice llamar… necesito su absolución, no puedo seguir cargando esos pecados provocados por mí… padre se lo suplico, quizá la mano de Dios dirija sus pasos y esa sea la salida para mí, mi descanso.
Sacerdote: ¿Usted es cristiana?... pero si usted no es…
Mujer: levantándose- ¡usted que cree!, si  me arrancaron de mi hogar, de mi familia, de mi Dios de todo; tuve que abrazar otra fe, llámelo usted por necesidad. Pero así, es… entonces padre, no me quedan más fuerzas, necesito de usted y de sus palabras ante dios- se sienta en la cama- por favor padre, usted sabe mi vida, rece por mí…
Sacerdote: Claro hija, no soy yo quien deba juzgarte, además has cargado por años tus culpa, que quizá no sea tan grave como tú la sientes, o como lo han hecho creer los demás, pero si tu perdón es de todo corazón, es mi deber darte la misericordia de Dios…- saca su rosario de su bolsa de la sotana y hace la señal en el rostro de la mujer, la mujer recostada en la cama toma el rosario con sus dos manos y lo mantiene en su pecho, el padre completamente perturbado se levanta toma su sombrero y sale de la casa-
Obscuro, mientras se escucha suave y en aumento el sonido del reloj.
Escena 2
Aparece el sacerdote en escena en un extremo del escenario, apurado.
Sacerdote: como seré de olvidadizo, no cabe duda que esa mujer me puso nervioso por su historia, que deje mi rosario en sus manos; pobre mujer, no pude contradecirla más, tal vez yo también acabe desvariando en algunos años más, ¡mira que decir que estábamos en 1600…! (suspira) en fin espero no molestarla, le diré a su criado que sólo voy por eso, y no molestarla… - sale de escena y se escucha que toca la puerta varias veces, el escenario se ve en penumbras de pronto la puerta es empujada por el sacerdote y entra a la casa , la cual se iluminará un poco más, pero la casa se verá aun mas destruida y abandona que la noche anterior.
Sacerdote: Buenas tardes… ¡aldonso!, aldonso, -hablando en voz alta, para que alguien o escuche dentro-Sra. Buenas, ya me atreví a entrar pues la puerta estaba abierta, pero nadie acudió a abrirla….- se percata que está hablando solo y decide caminar hacia la habitación, que está a obscuras, toma un quinqué y lo enciende, con el cual ilumina la escena, dirigiéndose a la cama.
Sacerdote: (titubeante) Buenas tardes Sra. Como… co…- se sorprende mucho cuando ve la silueta de la mujer en la cama, pero cuando es iluminada aun mas se percata que es un esqueleto con las manos entrelazadas en su pecho, sujetando el rosario.- ¡Pero no puede ser posible!, ¡Dios mío!. –Toma el rosario de las manos del esqueleto- como pude ser tan ingenuo de tus designios; o Dios mío permite que esta alma, descanse en paz, y si mi presencia sirvió de algo… esté en tu presencia.
Sale presuroso de ese lugar mientras se obscurece la escena y sube el sonido del tic tac del reloj.
Fin                                                                                                                                                        Mayo-2009

Entre que vivimos, morimos...


Cada cosa que se encuentra uno en el super.

Educación para la vida, (educación para la muerte)

La vida nos va formando, a veces moldeando otras fortaleciendo. En la manera en que uno responde a ella es única…  lo peor que muchas veces no es la más conveniente.  
Arthem Vigueras
          Nací en una familia católica, aunque no de las que son muy firmes en ella; ya que con el paso del tiempo algunos familiares fueron cambiando de religión, a la iglesia Bautista, Pentecostés y últimamente una ramificación de ellos, mal denominados “cristianos”; digo mal, porque en realidad la base de estas religiones es el cristianismo. Yo también, divague gran parte de mi vida entre una y otra; situación que me conflictuo  para la construcción de mi espiritualidad.
           Es importante mencionar el aspecto religioso, porque esto da una referencia general de cómo se encuentran las formas de pensar, los valores familiares, las formas de resolverse etc. los inicios de ideas en torno a la muerte fueron éstos que la religión otorga, y que suenan a consignas terribles, que más que acrecentar mi fe, hacían que se volcara en un terror, pánico de enfrentarla, ¿qué? , ¿A quién?... no, lo sé; llámese muerte, infierno, lago de fuego y azufre, purgatorio, castigo, castigo eterno, resurrección.  Lo peor de todo esto, que uno nunca sabe hasta qué punto es suficiente ser bueno para llegar a esa “vida eterna”. (Entonces es morir, ¿vivir?).
Las pérdidas más significativas en esa época fueron al muerte de mis mascotas, claro la comprensión era diferente; los seres humanos supongo somos los únicos que practican y  viven el pecado; entonces si la muerte era la paga del pecado, los animales seria otra dimensión, significado y sentido distinto. Aunque mi apego a ellos era muy fuerte y me hacía pasar por un duelo, mismo que era superado gracias a esa capacidad de imaginar, soñar o fantasear la realidad.
Mi infancia se lleno de sueños, de fantasías, de historias; todo lo que fuera producto de la imaginería que en ese niño había comenzado crear y que ahora me doy cuenta que es una gran fortaleza. La muerte de una mascota no podría ser igual a la de un familiar, o cualquier persona. Cuando muere una mascota solo le importa a su dueño o amigo, a nadie más; sin embargo cuando una persona muere toda la gente se comunica, se estremecen, asisten a la casa de los dolientes, los consuelan y guardan varios días entre ritos, rezos que marcan la diferencia de ese estatus marcado entre un perro y el sujeto muerto.
Ante la muerte de una mascota, mi padre se acerco y me dijo que no sufriera, que mi querido perro ya no estaría más, pero que si quería que estuviera mejor, lo enterrara al pie de algún árbol del jardín, para que su espíritu viviera en él y le diera fortaleza.
Los principios de conocer la muerte me lleva a creer que morir es algo indeseable, mal venido; cuando tenía como seis años, se me quedo muy gravado la agonía de mi bisabuela (católica  vuelta protestante después) las hijas y nueras al pie de su cama atendiéndola, rezando, suplicándole a dios se apiade de su alma, mientras ella con su rostro demacrado del dolor físico quizá, o el terror de enfrentar el juicio divino, lloraba, gritaba y quejaba como en una película de terror; los adultos se encontraban tan ocupados en acompañarla que se habían olvidado de nosotros los niños, que asomados a la puerta de la habitación presenciábamos todo, hasta que de pronto en un grito desgarrador fijo la mirada atrás de nosotros y levantando su mano huesuda y temblorosa, señalando que ahí estaba parado él, que venía por ella, ¡que no quería irse con él!… la piel se nos hizo de gallina y salimos de ahí huyendo. Más tarde salió una tía llorando desconsolada diciendo a los demás adultos que la abuela  había llegado ante el Señor, ante Dios.(entonces sí se la llevo).
La comprensión de la muerte en esos momentos fueron terribles e indeseables; entre los primos empezamos a suponer tantas cosas, quién era él, a lo mejor era Dios, pero entonces por que tenía miedo, quizá podría ser el diablo, pero se supone que era buena y era entregada a Dios, o quizá la muerte era así, un hombre inmenso, feo y aterrador, -mmm- ¿pero la muerte que no es mujer? Esa discusión no se extendió tanto, porque durante el velorio y sepelio se nos fue en jugar; no volví a preguntarme que podría pasar.
La mayores pérdidas que considero tuve en mi infancia, quizá fueron mis mascotas las más entrañables, a las cuales le guarde un duelo corto, pude despedirme de ellos y en el fondo esperando descansara su espíritu en mis arboles; después de la muerte de mi bisabuela, fallece mi abuelo materno, el cual era muy viejo, que en el fondo jamás comprendí por que no se había casado con la bisabuela, pues se veían de la misma edad, no padecí su pérdida, pues mi vinculo con el no había sido tan fuerte, pero recuerdo mucho el sufrimiento de mi madre, de sus hijas, y por mi mente paso por un momento la comprensión de la vulnerabilidad de cada uno- y si en lugar de mi abuelo, hubiera muerto mi madre; ¿Qué habría hecho yo?.
La familia nos hacia reunir en una habitación para explicarnos de una manera muy religiosa, que mi abuelo ya no estaría con nosotros, y que si teníamos algo que decir, como pedirle perdón, o algo que no le habíamos dicho en vida lo hiciéramos en ese momento en la cual dirigían una oración colectiva tomados de las manos u abrazados; yo si tenía una pregunta, pero quizá sería muy tonta, y no la hice, era de -por qué sufrían tanto, si ya estaba con Dios, ¿Qué no eso es lo que buscaban?-  mis tías lloraban desconsoladas, tanto que me daban ganas de salir corriendo de ahí; no sé por qué no lo enterraban al pie de un árbol y así permaneciera más tiempo con ellas.
Fui un niño muy tímido, aunque muy creativo, llegando a mi pubertad era muy retraído, sin amigos, esa soledad a la que me había encerrado por decisión propia, o como respuesta  a cientos de prejuicios y temores, me hizo empezar a aprender a resolverme por mi mismo, con la imaginación podría crear mundos mejores en los cuales podría divertirme, incluso crear amigos imaginarios elaborados con trapos viejos y que en el fondo deseaba cobraran vida para que se convirtieran en mis amigos. La pérdida de mis afectos fue crucial en mi vida, sin embargo esto no me derrotaba, pues ahí estaba siempre mi creatividad para defenderme de las soledades.
En la mi edad adulta, el concepto de muerte fue tomando forma, así como de una sensación mítica de respeto. Principalmente cuando veo la muerte en el otro, me hace recobrar lo importante que es darle sentido a nuestras vidas; alejo de toda posibilidad de que quizá estén en algún lugar lejano y lleno de cosas bellas, mucho más cuando se trata de alguien amado; me gusta creer que está aquí en algún lugar, donde se encuentra protegido, pero que me llena de una tranquilidad, armonía y compañía.
Con la muerte mi padre hace cinco  años  confronto  la pérdida, sin embargo el duelo esperado y que me preocupaba por el hecho de la relación fracturada que en vida habíamos llevado me lleno de culpas, surgiendo temor de no poder manejar mi duelo, principalmente al estar frente a él; viaje para reunirme con él en Veracruz, mi partida era por el aviso de su agonía, cuando llegue a la central camionera me avisan que ya estaba muerto, fue duro el impacto, camine como cerca de dos horas sin saber , ni entender que me pasaba; llegue a la casa, no quise verlo, la familia me rodeaba y abrazaba, llegando en la noche me encerré en mi habitación, y pensé en él , pensé en mi, pensé en lo vivido y lo que me falto vivir con él, que quedo en proyecto eterno, pues cada vez posponía esa relación. De pronto mi pensamiento se convirtió en una charla con él, seguro estoy que estaba ahí, dialogue con su silencio, comprendí, quizá el compendio, lo cierto es que descanse en paz yo. Al siguiente día me encontraba  animado, respetando los rituales que se hacen para despedirnos todos de su cuerpo, sin embargo yo había encontrado una paz interior, que al parecer también ante los demás, principalmente mis hermanas no comprendían, porque no me veían sufrir.
Ahora en la actualidad me he dado cuenta de grandes cosas que la vida me ha dado, de manera cultural, social; y es esa fortaleza para enfrentar las pérdidas de mis seres queridos, no implica que no duela pero sin embargo cuando es una muerte, algo en fondo me hace recordar ese tesoro que mi padre me diera un día, y pienso que los que se mueren, no mueren del todo, en algún lugar en el fondo de las cosas, a un lado de los seres queridos que quedan, detrás de los que los amaron o en el interior de algún árbol ahí están, esa esencia que se queda para bien.
Las pérdidas no son tales; son ganancias que llegan a nuestra vida de otra forma que muchas veces bajo nuestra forma cuadrada de entender las ganancias, nos impide verlas; pero quizá solo sea cuestión de recostarnos, respirar y contabilizarlas. No podemos recuperar el tiempo perdido, pero tampoco podemos estar lamentando todo el tiempo el hecho. Yo y mi Padre somos uno, porque en vida algo nos unió, el amor: intangible, imperceptible pero ahí está. Ahora que hago el inventario dado me doy cuenta que ahí está, en sus palabras, en sus consejos que en vida creí no escuchar y lo hice también creer. Nadie pierde lo que fue amado.
Soy uno mismo también, con Fili, Juan Carlos, mi abuela Eva, Martin, Beto…