La esclava filipina.
Basado en una leyenda tradicional de Tenancingo Edo. De México
Autor de guión: Arthem Viguerass
En el escenario se ve una cama, unas paredes, que se ven descuidadas y cortina largas que denotan una casa muy grande, pero venida a menos; los muebles son antiguos, una lámpara ilumina la cama y en otro extremo se ve un reloj antiguo de piso, justo cuando se abre el telón comienza a sonar sus campanas, marcando las once de las noche; una mujer se revuelve en la cama, haciendo sonar una campana sujeta a un cadena que cuelga sobre su cama; toca más fuerte para llamar a su sirviente, el cual acude a su llamado; un viejo encorvado, vestido de traje viejo. Entra. La voz de la mujer, tiene acento oriental pero su español es claro.
Mujer: ¿Aldonso, que no me oyes? Tengo rato llamándote, ni las campanas del reloj escuchas; es la hora de mi medicamento, lo sé… pero ese medicamento no necesito, sal a la puerta y busca a alguien que me ayude…
Hombre: -incrédulo- ¿ayude?
Mujer: sí, como lo oyes, necesito a alguien aquí, más fuerte que tú y que me escuche, pues me siento mal, -molesta y ordenando- ¡anda!, no preguntes más, y sal a la calle y deja entrar al primero que pase…. ¡Hazlo!
Hombre: sólo mueve la cabeza, como negando para sí mismo esa petición y sale hacia donde está la puerta; pero en ese preciso instante tocan a la puerta y él abre; es el sacerdote.
Sacerdote: Buenas noches, disculpe; es que iba pasando y pues siempre ando por estos lugares…
Hombre: pase, pase usted; buenas noches.
Sacerdote: si, gracias, lo que pasa, le decía, que pasé y me llamó la atención que siempre he visto esta casa con las luces apagadas, aparentemente vacía
Hombre: como abandonada.
Sacerdote: exacto, y alcance a ver la luz de la ventana, sentí una imperiosa necesidad de acercarme y tocar, disculpe, pero sé que un sacerdote no debiera ser así de curioso, pero pues yo conozco a toda la gente de este pueblo y…
Interrumpe un grito molesto desde dentro de la mujer
Mujer: ¡Aldonso!, ¡Aldonso!.... ¿quién llamó a la puerta?, escucho su voz; ¿quién es? ¡Hazlo pasar!
Sacerdote: -sorprendido y avergonzado- p… perdón no pensé que ocasionaría algún problema
Hombre: no se disculpe, Padre, quizá el destino quiso que usted pasara hoy… pase, pase ella quiere hablar con usted.
Sacerdote: se para en el umbral de la habitación, observando a la mujer en la cama, que pareciera aun más vieja que en un principio, su piel arrugada y muy pálida, levanta su mano huesuda y llena de joyas para indicarle que se acerque a ella.
Mujer: padre qué bueno que haya llegado, necesito hablar con usted, pues presiento que me queda poco tiempo, y necesito hablar con alguien, y que mejor que sea usted para poner las cosas en orden antes de… (Tos fuerte).
Sacerdote: Bueno, no puedo creer, que esto sea una coincidencia, quizá Dios nuestro señor, me haya puesto en el camino… y poder ayudarla, él nunca nos abandona…
Mujer: ¡usted que sabe de Dios!, si nunca lo ha visto, cómo puede decirme eso… sólo fe, sólo fe…
Sacerdote: La fe, es la que sostiene al hombre,
Mujer: ¿y que es lo que sostiene a la fe y al hombre aquí?, porque no nos vamos a su llamado…. Ese llamado tarda tanto; A veces los designios de Dios son demasiado irracionales y crueles…
Sacerdote: ¡inmaculada concepción!, no blasfeme; mucho menos en esas condiciones en que se encuentra… mejor debería ponerse en bien con él.
Mujer: ¿por eso está usted aquí? –culpable-No he sido una buena mujer, hay mucha pesadez en mi alma, a veces siento como si el tiempo no corriera, y siguiera suspendida aquí… en castigo amordazada y maniatada a una expiación eterna; como cuando era esclava.
Sacerdote: ¿dice usted esclava?... (Como entendiendo y ratificando) las pasiones son así, nos sujetan a ellas sin miramientos y ni siquiera uno mismo tiene misericordia para perdonarse… se es esclavo en la vida de tantas cosas…
Mujer:-molesta-¡quiere callarse¡, no sabe lo que dice, -transición-sólo escúcheme… eso es lo que necesito; pero no como una confesión más, de las que a diario tiene que realizar, donde sólo escucha y absuelve de manera indefinida, no se trata de una vela más para liberar almas, ni de un óvolo esplendido para cubrir sus placeres. Se trata de escuchar…
Sacerdote: Bueno pero usted no pidió la presencia de mí, para dichos menesteres… o a caso sabía que yo vendría? ...mi presencia es coincidencia, propia de mi indiscreción y curiosidad. Pero si tan grande es su desagrado de mi presencia, usted perdonará.
Mujer: ¡No!, no se ha puesto a pensar que los designios de la vida, de Dios son inescrutables, quizá sí debería estar aquí usted… cómo pensarlo. Mi vida no ha sido fácil, mucho menos este largo malestar de agonías interminables… quizá debería ser mejor ser juzgada, maniatada, escupida… vitoreada y al final crucificada; que seguir con esto. ¿A caso al final del camino deberé ser santa?...
Sacerdote: ¡Por la sangre de Cristo! Cómo puede hacer tales analogías, ni usted, ni yo, ni nadie podría entender el sacrificio santo de nuestro señor. Y no puedo permitirle tales aspavientos de su dolor… Usted no terminaría su vida por ninguna causa, solo por el hecho de estar bien, eso es lo que busca cada uno, estar bien consigo mismo por temor a lo que no conoce, o por la inseguridad de no poder valorar lo que hizo en vida pues demerita sus obras, que consideran no sean suficientes para tener las llaves del cielo… (Avergonzado) perdón, no quise decirlo. No es mi papel juzgarla.
Mujer: claro, nunca es su intención juzgar, pero lo hacen. Aguantar no abrir la boca no implica no ejecutar acciones para castigar al interpelado. Son de los que tiran la piedra y esconden la mano, olvida que Dios está detrás de ustedes.
Sacerdote: ¿quién es usted?, ¿cómo es que nunca la he visto por la iglesia?… he trabajado años en este lugar y nunca había sabido de usted.
Mujer: Quizá porque no hace bien su trabajo, un buen pastor sabe juntar bien sus ovejas, no sólo contar las que están en casa, o las que dan lana…
Sacerdote: ¿tiene poco viviendo aquí?
Mujer: -sonriendo- no, ya quisiera tener poco tiempo aquí. Pero no fui una esclava por varios años, llegue en el “Nao de China”, y viví de esclava en la casa del Encomendero…
Sacerdote: “Nao de China”, -incrédulo-pe… pero eso no puede ser, no se ha escuchado nada de eso en años, quizá cientos de años.
Mujer: Me esta diciendo que estoy mintiendo…. Claro que era el Nao de china, eso por el año de 1675; ellos me quitaron de mi familia, pues era muy bella, todos los hombres estaban a mis pies… así que llegué a América y me compró el Encomendero y me trajo a vivir acá, aprovechando de mis habilidades con el tejido, les enseñe a las indígenas aztecas a tejer con nudos las puntas de sus rebozos…
Sacerdote: -titubeante- ¿1675…? Pero si estamos en 1875…
Mujer:-molesta y retadora- Mire no se por quién me toma, acaso cree que estoy loca, sólo porque me ve vieja y acabada, ¿cree que no debería saber ni que año vivo? La cordura no siempre es de quien deba de verse mejor… fui esclava por muchos años, traída y vendida desde las Filipinas. En ese entonces mi belleza era el peor de los castigos, conjugada con la esclavitud, desperté las más bajas pasiones de los hombres… algunos murieron peleando por mí, hechizados como mariposas nocturnas para alcanzar la luz… mi luz, como fuego eterno, al que quizá esté destinada a padecer por la eternidad.
Sacerdote: Pero no entiendo qué es lo que carga, si sólo ha sido usted una víctima del destino, producto de una vida difícil, por mas maldad que pudiera ser despertada por usted, no es la culpable…
Mujer: ¿y los muertos?, tantos fueron que murieron por mí, llenos de celos codiciosos de poseerme se mataron, la gente me veía como algo endemoniado, ¡belleza del demonio!… ese fue mi mal. Me llevó a la decadencia, al encierro y a envejecer sola, en esta casa enorme que me dejara el encomendero, el vendedor de esclavos, también loco por mí, muerto por los celos…
Sacerdote: por todo lo que me cuenta usted no debe sentirse mal
Mujer: (arrodillándose) Padre, por favor… no es cosa del destino su presencia aquí, yo lo hice llamar… necesito su absolución, no puedo seguir cargando esos pecados provocados por mí… padre se lo suplico, quizá la mano de Dios dirija sus pasos y esa sea la salida para mí, mi descanso.
Sacerdote: ¿Usted es cristiana?... pero si usted no es…
Mujer: levantándose- ¡usted que cree!, si me arrancaron de mi hogar, de mi familia, de mi Dios de todo; tuve que abrazar otra fe, llámelo usted por necesidad. Pero así, es… entonces padre, no me quedan más fuerzas, necesito de usted y de sus palabras ante dios- se sienta en la cama- por favor padre, usted sabe mi vida, rece por mí…
Sacerdote: Claro hija, no soy yo quien deba juzgarte, además has cargado por años tus culpa, que quizá no sea tan grave como tú la sientes, o como lo han hecho creer los demás, pero si tu perdón es de todo corazón, es mi deber darte la misericordia de Dios…- saca su rosario de su bolsa de la sotana y hace la señal en el rostro de la mujer, la mujer recostada en la cama toma el rosario con sus dos manos y lo mantiene en su pecho, el padre completamente perturbado se levanta toma su sombrero y sale de la casa-
Obscuro, mientras se escucha suave y en aumento el sonido del reloj.
Escena 2
Aparece el sacerdote en escena en un extremo del escenario, apurado.
Sacerdote: como seré de olvidadizo, no cabe duda que esa mujer me puso nervioso por su historia, que deje mi rosario en sus manos; pobre mujer, no pude contradecirla más, tal vez yo también acabe desvariando en algunos años más, ¡mira que decir que estábamos en 1600…! (suspira) en fin espero no molestarla, le diré a su criado que sólo voy por eso, y no molestarla… - sale de escena y se escucha que toca la puerta varias veces, el escenario se ve en penumbras de pronto la puerta es empujada por el sacerdote y entra a la casa , la cual se iluminará un poco más, pero la casa se verá aun mas destruida y abandona que la noche anterior.
Sacerdote: Buenas tardes… ¡aldonso!, aldonso, -hablando en voz alta, para que alguien o escuche dentro-Sra. Buenas, ya me atreví a entrar pues la puerta estaba abierta, pero nadie acudió a abrirla….- se percata que está hablando solo y decide caminar hacia la habitación, que está a obscuras, toma un quinqué y lo enciende, con el cual ilumina la escena, dirigiéndose a la cama.
Sacerdote: (titubeante) Buenas tardes Sra. Como… co…- se sorprende mucho cuando ve la silueta de la mujer en la cama, pero cuando es iluminada aun mas se percata que es un esqueleto con las manos entrelazadas en su pecho, sujetando el rosario.- ¡Pero no puede ser posible!, ¡Dios mío!. –Toma el rosario de las manos del esqueleto- como pude ser tan ingenuo de tus designios; o Dios mío permite que esta alma, descanse en paz, y si mi presencia sirvió de algo… esté en tu presencia.
Sale presuroso de ese lugar mientras se obscurece la escena y sube el sonido del tic tac del reloj.
Fin Mayo-2009