Arthem Vigue
Hace muchos años, Eréndira cada noche acudía puntualmente a ocupar un sitio frente a la fogata, donde alrededor de ella se juntaban señoras, niños, niñas, ancianos… para escuchar una de las narraciones del viejo abuelo de todos en el pueblo; un viejo encorvado, surcos inmensos en lugar de arrugas y una voz tranquila, pausada y clara… que al momento de decir la primera palabra se hacia un silencio alrededor, para poder escucharlo. De su boca comenzaban a salir historias de luchas, conquistas y de enseñanza, tal pareciera que sus palabras causaran magia en cada una de las cabezas de los presentes, pues cada vez que el llegaba al final de una historia, el silencio permanecía en el ambiente esperando el inicio de otra más.
Esa noche Erendira como muchas otras llegaba a su casa con una sonrisa inmensa y muchas ganas de dormir para poder viajar nuevamente a aquellos lugares remotos de las historias que el viejo contaba; su padre se encontraba a fuera de la choza esperándola, con una vara en la mano que utilizaba para arrear el ganado… claro no era capaz de golpearla pues la amaba tanto, pero si levanto su vara en la mano y le dijo que era demasiado tarde para llegar a casa, y que mañana la levantaría muy temprano para apilar la leña,- ya estoy harto de tus llegadas tarde a casa, cada noche es lo mismo, como te gusta perder el tiempo… - pero papá, las historias del viejo sabio son muy interesantes, te hacen imaginar cosas y viajar a lugares inimaginables, si tan sólo aceptaras una vez ir conmigo; muchos adultos van y todos salen maravillados.-¿Que?, solo eso me faltaba, ya me veo yo ahí paradote escuchando tonterías, y si fuera, seria sólo para restregarle en la cara a ese viejo la perdida de tiempo que hace contigo y con toda la aldea…- No pudo terminar la frase pues su boca se calló cuando Erendira deposito en su mejilla un tierno beso de buenas noches.
Al siguiente día Erendira se levantó primero que su padre, apilo la leña y preparó un suculento almuerzo acompañado de un rico café de olla, cuando el Papá se asomó se sorprendió, pero no le extraño lo que estaba pasando,- mmm ni creas que me vas a contentarme así como así, pensarás que volveré darte permiso de ir esta noche nuevamente a escuchar tus historias; pero no, estas muy equivocada, no volverás a ir-.
Pero papá, si ya he terminado todo mi quehacer, hasta he hecho de más, no sería justo que no fuera, lo ves hasta me levante temprano sin necesidad de que tu me insistieras…además he pensado que deberías de ir tú, para que veas lo “irregular” que son las cosas y hables con el viejo sabio y lo pongas en su lugar. Su padre convencido contestó: “Tienes razón, de una vez por todas, hay que cortar el mal desde el principio…”
Esa noche Erendira se encontraba preocupada, pues su treta había funcionado, al menos por hoy, pero si su padre no le pareciera lo que pasaba en la fogata, perdería toda oportunidad de volver otra vez…
los tambores comenzaron a ser tocados, y a desplazarse suavemente sus golpeteos como latidos de corazones en diversos ritmos, era el llamado que cada noche anunciaba los segundos que quedaban para llegar puntuales a la cita alrededor de la fogata, Erendirá y su padre estaban hasta el frente, ella con su rostro iluminado por la luz de la fogata, sonriendo y esperando ansiosa la salida del viejo sabio, su padre por su parte, sumido en su asiento, cubierta su cabeza con una capucha, totalmente encorvado para no ser reconocido por nadie, pues el sabia que a toda la gente del pueblo le había dicho e insistido que eso que pasaba ahí era una pérdida de tiempo, y esperaba esa noche comprobarlo y restregárselos en sus caras.
Los tambores callaron, una suave brisa inundo el lugar, sólo el murmullo del río, de los grillos, las chicharras se escuchaban, el viejo salió con mucho trabajo, ayudado por un niño y una vara encorvada como su espalda, se coloco en la piedra que se reservaba para él, y comenzó… no habían pasado mucho tiempo de iniciar cuando de pronto el papa de Erendira, escucho al fondo de la aldea un rugido inmenso, que le paralizo los pelos de punta, vio claramente como una especie de león, elefante o águila gigante, perseguía una hermosa mujer, que el jamás había visto en la aldea, pero que le parecía muy hermosa, la desesperación que vio en ella lo hizo olvidarse de su anonimato y se levanto rápidamente de su lugar, tomo con su vara un poco de fuego y corrió a enfrentarse a esa terrible criatura, no podía permitir que muriera en manos de él, tomó una piedra y la arrojo a la fiera para llamar su atención, vio como los ojos rojos, chispeantes e inmensos se clavaron en él, el fuego de su vara se apago con el aliento de la bestia, había logrado su cometido distraerlo de la hermosa mujer, pero ahora podría ser él la presa, comenzó a correr fuera de la aldea hacia el rio, cuando de pronto tropezó con una piedra, la bestia se abalanzó sobre de el atrapándolo con una de sus garras, rodaron rio abajo, cayendo de golpe en el agua, cuando se dio cuenta el estaba trepado en el lomo de la bestia, su hija fuera del río le gritaba e indicaba que le arrojaría un daga, la bestia se revolvía frenéticamente tratando de atraparlo y en un giro más que dio el monstruo, estuvo fuera del agua el padre levantando la mano para atrapar el arma y hundírsela en el cuello de la bestia, que lanzo un alarido salido del mismísimo averno…
Todo quedo en silencio por un momento, hasta que Erendira tomó a su padre del brazo y le dijo… Papá… papá… que te pareció ya acabo la historia; el padre de Eréndira se levantó de aquel lugar, gritó y aplaudió efusivamente, corrió a abrazar al anciano y le dijo: -¡gracias!, gracias, no sé cómo pude vivir sin conocer ese mundo tan maravilloso que le da a mi hija cada noche y que hoy compartió conmigo.
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